-xxxv- Cuando los que aman se reúnen
¿Cuánto serías capaz de dar por un sólo instante con Ella? Se revistió de luces ante mi ojo y desde entonces ya no puedo dejar de verla. La belleza de los mortales palidece ante su aparición, relegando al olvido los vestigios de una vida consumida inútilmente tras vanos afanes. Buscándola detrás de cada rastro, de cada huella suya, logré descorrer el velo y ahora es Ella la que me busca, de instante a instante. Encontrándome rendido me acercó sus copas, donde ahora degusto el dulzor de su fragancia y la calidez de sus efluvios. Me poseyó, me deslumbró, me embriagó con el néctar sagrado que desprende y me asentó más allá de mí, en la estación de los enamorados que se dieron muerte a sí mismos cuando, agotados de mirar si ver, la hallaron en el centro mismo del ojo de la visión, en torno al cual Su belleza resplandeciente gira. Su abrazo de amor restañó mis heridas, por las cuales ahora brotan hermosas melodías. Todo, y nada, es lo que tuve que ofrecer a cambio de sus delicadas caricias. Si no lo entiendes te diría: todo porque lo que no es Ella es el velo que te separa, y nada porque yo ya era Suyo desde antes incluso de empezar a buscarla.