-xli- UN CANTO A LA MUERTE
Con la profusión de tus luces, oh Layla,
Espero me sostengas, mientras voy de ti a ti
Y mi no nacida realidad se impone
A esta identidad muerta.
El recinto sagrado de tu vedado se abrió de par en par,
Y perdiéndose todo rastro de lo mío en ti
Hallé esta estrella que ahora con tus dones refulge
Y en todo el esplendor de una renovada gloria se muestra.
¡Oh Tú que soy yo!, cuánto tiempo vagué por tus campos,
Estériles en mi visión de la alteridad,
Y cuán fecundos ahora, tras el hallazgo, se muestran;
Pues no hay nada que no te alumbre
Ni atisbo que no te alcance, oh Layla.
Para el amante sincero no hay mayor anhelo que la feliz espera
Tras sumir en el olvido las particularidades su mundo
En la incomparable visión de los dones de Tu belleza.
Por siempre a ti asido permaneceré tras el velo
En la seguridad de tu presencia,
Mientras contemplo como se alza
Para hacer de mi propia muerte
Motivo de celebración y fiesta.