-XLII- UN CANTO A LA VIDA
Desde que anidaron tus luces el corazón lo proclama,
No hay más realidad que la Tuya
Sea que en rosa te muestres o en espina.
A tu cuidado me entrego, oh Layla,
Y de Ti no espero sino lo mejor,
Pues si en vida ya te gocé
¿Cómo no habrían de ser los dulzores
Tras el levantamiento del velo?
Lo que el ignorante llama “muerte”
Para nosotros no es sino la culminación de una ciencia
Que desemboca en la cima del conocimiento
Tras el desbordamiento de las luces la presencia única.
Si nos preguntas por cómo obtenerla:
Su expresión máxima es la del amor,
Todo lo que a él tiende te acerca a Layla,
Si es que por amor no entiendes lo que el necio
Sino la perfección en el desprendimiento
Hasta su final culminación en el cumplimiento
De las virtudes que te trascienden,
Tales como la generosidad, la paciencia, el desapego…
Y así con otras.
Tu visión separada se esfumará entonces como el humo
Ante el vigoroso avance de las luces de la consciencia única,
Y entonces Layla te hará suyo, y ya no vivirás por ti,
Sino por Ella, que te irrigará con su frescor de vida
Y hará de tu propia muerte una explosión en la locura
Por el gozo y el disfrute de los deleites que custodian
El desenvolvimiento de todas Sus maravillas.