En el jardín de tus delicias establecí mi morada postrera,
Cuando la muerte ya asomaba por entre los jirones
De este cuerpo de hombre decrépito
Que a pedazos se me cae de entre mis temblorosas manos.
Tras el desnudamiento de lo que no eras tú,
En incomparable visión,
Se me abrieron las luces magníficas que
En tus más recónditos parajes, de mí ocultabas.
Me fuiste acercando inadvertidamente a esos fulgores,
Siempre por la vía menos esperada,
Pues insospechados son tus designios
Para con aquellos cuyo anhelo
Sólo en ti descansa, en el sosiego
De saberse siempre entre los brazos de su amada
A pesar de la descorazonadora distancia.
Yo te exalto y te venero, como mejor corresponde
Al majestuoso ámbito sobre el que asentada te hallas.
Por ti arrasé mi mundo, deviniendo en menos que nada,
Y ya de ti no me separo.
Por más que las lanzas del destino me acribillen,
Ya nadie hay aquí, entre estos cuatro flancos,
Al que zaherir puedan;
Por más que lastimen mis oídos las soflamas
De los clones amodorrados en los desérticos páramos
De la falta de visión verdadera,
Yo sólo oigo tus melodiosos cantos;
Por más que ante mis ojos deambulen
Las siniestras sombras de los que aún estando muertos
Se creen que disfrutan y que viven,
Mi mirada sólo es en ti en quien dócilmente se posa.
Tú eres mi amada y yo soy tu fiel amante,
Siempre, en todo lugar, en todo tiempo
Y en toda circunstancia.
Gloria a mí, pues tú me hiciste uno inseparable contigo,
Sin que mediara ya la distancia.
Y exaltada sea mi ruinosa vida,
Pues en ella me bendeciste
Hasta alzarme mucho más allá
De tus últimos confines.
– Uzman García –
