Rim Banna – Me quedé a solas con mi Amado
Adaptación al español: despojosdeoccidente.org
Permíteme caer aún más profundamente
En el océano ardiente de tu amor;
Y ten compasión de este reflejo de tu amor eterno
Que soy yo.
Si me pides una prueba de sinceridad,
Y me solicitas verte a ti mismo
A través de mí;
Por favor, no permitas que mi respuesta sea:
“No te verás”
El amor es la vida, así que muere abrazado a Él.
Morir es tu derecho, no rehúyas exigirlo,
Y vive la verdadera vida; nadie te pedirá cuentas
De lo que has hecho si, de esta forma,
Entre los brazos de tu Amado
Absolutamente te entregas
Y te dejas ir.
Cuéntale esto a todos aquellos
Que saben lo que es estar enamorados,
A todos aquellos que tras mi marcha se enamorarán,
Y a todos los que vengan para ser testigos
De mi sufrimiento.
Me quedé a solas con mi Amado;
Entre nosotros no hay más que un fino velo
Tan sutil y delicado como la brisa
Cuando nos roza flotando.
Así que… entorna los ojos
Y disfruta en la contemplación
De la belleza de su radiante faz.
Encontrarás, allí, todo tipo de maravillas.
COMENTARIO
Este bello canto al amor de Rim Banna no debe ser comentado, pues no añadiríamos más que un velo a lo que sublimemente ha quedado expresado.
Tan sólo diremos que la forma en que el hombre occidental moderno afronta la muerte es realmente lamentable. Al haber sido adoctrinado en la superstición del ateísmo, desconoce por completo el funcionamiento de la consciencia, la cual no es más que el espejo de las luces primigenias. Todo aquello que no reluce en sus resplandecientes formas verdaderas, no es más que un velo. La densidad del velo depende de la intensidad de las fijaciones en torno a aquello cuya existencia es sólo aparente, es decir, el mundo de las causas intermedias, sujeto al cambio, a la degradación y a la muerte constante, pues todo aquello cuya existencia dependa de algo para existir no tiene más que una existencia relativa, y no absoluta. Hoy en día, gracias al azote de la democracia, esta forma de pensar es descabellada y propia de personas enfermas mentales, sin embargo, antes del actual colapso civilizatorio, hasta los niños lo comprendían, ya que eran educados conforme a una cosmovisión trascendente de la vida.
Esta es la honrosa y humanitaria muerte a la que está abocado el hombre occidental moderno. Como lo sabe, y al ignorar que la muerte no es más una que puerta que se le abre a la consciencia, hace girar su vida exclusivamente en torno a los placeres mundanos, siendo especialmente el sexo donde reside su principal interés, por lo que no cultiva el arte del desenvolvimiento de las luces que el pequeño “yo” constriñe, fomentándose así los oscuros páramos de la egolatría, en contraposición a lo que hacen los hombres verdaderos, cuya vida no es más que un entrenamiento con vistas a que el encuentro, tras la muerte, entre las luces de la consciencia individual y las luces de la consciencia eterna, raíz y soporte de todo, sea armoniosa y placentera.
El hombre occidental moderno no merece el calificativo de “humano”, pues carece de aquello que cualifica a la humanidad: la innata búsqueda de la verdad en pos de la trascendencia en el asiento de las imperecederas luces. Se le debería llamar más bien “sub-humano”, por no emplear directamente la palabra “animal”, pues eso supondría una ofensa a los animales, cuyo fin no es la búsqueda de la verdad, sino vivir plenamente atendiendo al llamado de la naturaleza, lo cual siempre hacen, pues carecen del libre albedrío para desobedecer al Creador.
El que sí desobedece, y mucho, es el hombre actual, movido por la ignorancia de la luminosa realidad de su sí mismo. De esta forma, su miserable existencia transcurre en una desesperada búsqueda de placeres excitantes que le hagan olvidar, al menos momentáneamente, su insoportable vacío existencial, el cual únicamente puede ser llenado en la plenitud de las luces, y no follando mucho. Al final de su vida, a este patético y muy degradado hombre, lo único que le espera es que alguien corra un oscuro telón sobre él para que descanse en el sopor de la oscuridad de la nada. En algún hospital una complaciente y bella enfermera le conectará a una máquina para ayudarlo a respirar y le proporcionará droga a discreción, para que el moribundo no sienta nada, para que no sea consciente de que ha desperdiciado su vida, y que ahora lo que le aguarda es encarar alguna ponzoñosa ciénaga de alguna oscurísima y profundísima sima.
Tal y como mueres, volverás a la vida. En la misma condición de consciencia con que salgas, resurgirás de nuevo. Esto es algo que todos los hombres de conocimiento saben, por eso le dan tanta importancia a evitar el sopor de las drogas para enmascarar el dolor, en los momentos finales, pues eso supondría añadirle más velos a la claridad de la consciencia. El dolor no es más que eso, luminosidad que aflora, fruto de causas y condiciones internas y externas, como todo lo que se asoma al ámbito de lo manifestado; y lo demás… es solo un sueño.
Rim Banna se desprendió de los ropajes del sufrimiento, y ahora surca la vastedad del espacio abierto, luminoso y eterno. Rim Banna ahora, por fin, ya está viva.
Nos vemos muy pronto, si Dios quiere. Un abrazo.
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