Uesugi Kenshin (1530-1578)
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Adaptado al español por despojosdeoccidente.org
Vaya donde vaya,
Al cielo o al infierno,
Eso no importa;
Mi mente es clara y radiante
Como el cielo cuando amanece.
Comentario:
El mejor comentario que se puede hacer de este poema de muerte de un viejo samurái es el atronador silencio. Sin embargo, para beneficio de los anti-demócratas e increyentes en la superstición de la evolución por azar a partir del mono (ateísmo), diremos esto:
El infierno y el cielo, es decir, la manifestación de las emociones conflictivas o de las emociones beatíficas, se manifiestan por lo que son: luz irradiada sobre el espejo de la consciencia que ha despertado del letargo del caprichoso tomar y dejar de esta vida.
El infierno y el cielo, es decir, la manifestación de la angustia y el desasosiego por los errores acumulados del pasado, o bien la manifestación de las bendiciones del amor no interesado, se manifiestan por lo que son: luz emanada de la fuente de las luces primigenias que todo lo sustenta, que todo lo penetra y que todo lo abarca.
El infierno y el cielo, es decir, la manifestación del sufrimiento o de la genuina alegría, se manifiestan por lo que son: luz desbordada tras quedar hecho añicos el receptáculo de los egos impostados e impostadores.
Por eso la mente -la consciencia- del que se asoma a la muerte, tras haberse desarticulado a sí mismo y haber aniquilado su “yo-soy”, es siempre clara y radiante, tanto en el cielo como en el infierno.