Un Blues de Johnny Winter
Adaptado al español por -losPiojosDeOccidente-
Cuando pienso en mi preciosa folla-amiga
Siento como miles de demonios me enciman.
¡Oh sí! Escucha esto…
Cuando pienso en mi preciosa folla-amiga
Siento como miles de demonios me enciman,
Las lágrimas anegan mis ojos y me recorre un escalofrío.
Cuando veo a esa preciosidad de mujer
Me invade una extraña sensación
Y mi columna vertebral se tambalea.
¿Por qué me haces eso, mujer?
¡Yeeeaaahhh!
Ella me sonríe,
Con esa sonrisa estremecedora y mentirosa.
¿Por qué me haces eso, mujer?
¡Yeeeaaahhh!
La gente dice que si tienes una buena folla-amiga
No tienes nada que temer en la vida;
Sí, la gente dice eso.
Pero yo les digo que la tengo a ella,
Y que con una folla-amiga así
Mis enemigos son como si fueran buenos y viejos amigos.
¿Por qué me haces eso, mujer?
¡Yeeeaaahhh!
COMENTARIO:
Tener una folla-amiga es algo muy bueno, y si además es una mujer inteligente y preciosa, pues mejor que mejor; ciertamente las cotas de placer inducidas en un hombre por una mujer así escapan a toda proporción y medida relativa a este mundo contingente de causas y condiciones, siempre inciertas, fútiles y perecederas. Empero, si el amor, el folla-amor o cualquier otra actividad que emprenda el ser humano está desprovisto del total desapego y de la desafección más absoluta, se abre un boquete abismal en la consciencia que se va llenando inevitablemente de todo tipo de trastornos, traumas y psicopatías desquiciantes, somatizadas por la falta de visión de las luces imperecederas, que más allá del caprichoso tomar y dejar residen.
El apego mundano y las afectaciones terrenales son velos, impropios de cualquier hombre decente. Por eso, cuando los hombres de Dios –los verdaderos hombres– tienen una folla-amiga, simplemente disfrutan de ella, de su sexo sublime, y las hacen disfrutar hasta el desmayo en la eternidad del instante, sin preocupaciones acerca del ayer, del hoy o del mañana. Si luego ella te sonríe maliciosamente y te pone los cuernos, ¿cuál es el problema? Una vez que las luces te agarran, ya no te sueltan, sea cuales sean tus circunstancias personales.
Los verdaderos hombres son aquellos que saben que ya están muertos en el tierno regazo de Layla –la mujer primigenia.
¡Cuando pienso en ti, cariño, me vuelvo loco!
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