El último canto a la muerte
No ha de ser, sino el estruendoso clamor
Del silencio abriéndose paso.
El último canto a la muerte
No ha de ser, sino la serena calma
Del trasfondo de todo, o sea,
Del fondo de todo.
El último canto a la muerte
No ha de ser, sino el jolgorioso piar de los gorriones
Que se acercan y picotean
En mi ventana.
COMENTARIO:
Es el fin de todo y estamos solos. Los últimos se fueron hace tiempo, con el advenimiento de la democracia, del igualitarismo, del LGTBISMO y del progreso hacia la cima de ninguna parte que es el estrellato de quedar estrellado, o estampado, contra un muro de cerrazón –bozales, vacunas asesinas, sanas distancias, inmovilidad, miedo al prójimo, torturar a los niños, etc. Sigan obedeciendo al gobierno terrorista. Es por su propio bien y el bien común de todos los habitantes de nuestra casa común, la tierra-pelota.
El hombre moderno es basura, y como tal está siendo y será tratado en adelante. Cuando se hace dejación de la responsabilidad que adquirimos antes de nacer en este plano, -responsabilidad de velar por las sempiternas luces mediante el clarificado constante del espejo de la consciencia-, lo que ocurre es la inevitable degradación de la proyección existencial, la cual deviene tenebrosa y apocalíptica. Es hora de volver al origen, pero antes el hombre-simio enfilará el matadero del olvido de su real naturaleza, luminosa y eterna.
En cuanto a nosotros, los últimos hombres libres, ya es hora de reunirse con los amigos del corazón que en el ámbito de la perfecta pureza auto-irradiada de la visión desbordada de los efluvios del amor, moran.
FIN.